martes, 8 de julio de 2014

Celebran la dependencia de la independencia

La independencia declarada en 1816 que nos liberó del poder político del imperio español, nos permitió únicamente la libertad política porque pasamos a depender económicamente del imperio británico que se asoció con la oligarquía terrateniente y sectores de la alta burguesía nacional a partir de la reacción de los sectores liberales-conservadores que nos sometieron a la dependencia social y económica. Esos mismos sectores son los que hoy pretenden nos arrodillemos ante el poder financiero internacional para seguir construyendo una Argentina dependiente en beneficio de unos pocos para la explotación de las mayorías.
El 9 de julio de 1816, tras seis años de idas y venidas, se declaró la independencia «del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», donde como lo quería Alvear podía anexarse como colonia a Inglaterra o Portugal, por lo que ante los comentarios de Belgrano en que había rumores que se tramaba la entrega del país a la corona portuguesa o a los ingleses, el 19 de julio, el diputado por Buenos Aires, Pedro Medrano, hizo aprobar un agregado a la fórmula de juramento que decía: «y de toda otra dominación extranjera». 
El emisario norteamericano escribía a su gobierno: «El gobierno de estas provincias es demasiado sumiso a Gran Bretaña para merecer el reconocimiento de los Estados Unidos como potencia independiente».
El gobierno británico había demostrado gran preocupación por los asuntos políticos de la América Hispana, deseoso de romper las barreras legales que el orden colonial había impuesto al comercio británico. 
La experiencia del fracaso militar de la expedición al Río de la Plata, fue rápidamente asimilada por el gobierno británico. En 1806 el duque de Wellington afirmaba, que conquistar las provincias de Sud América con vistas a su futuro sometimiento a la Corona británica seguramente fracasaría y consideraba establecer un gobierno independiente. Lord Castlereagh , Ministro de Guerra del nuevo gobierno británico, luego de señalar las inconveniencias de una ocupación militar aconsejó «la creación y el apoyo de un gobierno local amigo, con el que puedan subsistir esas relaciones comerciales que es nuestro único interés».
Ambos políticos ingleses delinearon el principio fundamental que habría de regir la política americana del Foreing Office, donde quedaban desarrollados los postulados teóricos del neocolonialismo, donde la dominación no tendría que basarse en la conquista territorial, sino en la expansión comercial y financiera del capitalismo británico
Para consolidar el dominio económico, los británicos se aliaron a la oligarquía terrateniente y los sectores de la alta burguesía vinculados al comercio de importación y exportación del Río de la Plata, logrando de esa manera someter al pueblo que había entregado la vida por su liberación, una constante que se mantuvo casi invariable en la historia de nuestro país desde los primeros días en que éste asumió el ejercicio formal de su soberanía política.
La guerra contra la Francia napoleónica y los conflictos políticos que se suscitaron en Europa luego de la Restauración, obligaron a Gran Bretaña a propiciar la reconciliación de las colonias sublevadas a España para asegurar la gravitación sobre el libre comercio, donde los gobiernos autónomos, pero no independientes de América caerían indefectiblemente dentro de la órbita económica del imperio británico.
La intransigencia de España y el absolutismo de Fernando VII, quien había restaurado el viejo monopolio comercial en sus dominios americanos, obligaron al Foreign Office  a abandonar la aparente neutralidad para que el capitalismo británico conserve el control sobre los mercados americanos. Su política triunfó con los tratados de la Santa Alianza en 1814 y 1815.
Belgrano al regresar de su misión diplomática informó al Congreso sobre el débil poder de España y la poca probabilidad que el gabinete inglés lo auxiliara para subyugarnos», disipando la incertidumbre de algunos diputados que consideraban prematura la declaración de la Independencia, declarada el 9 de julio de 1816.
En la década de 1820, la política orientada por Rivadavia ofrecía amplias perspectivas a los inversores británicos. La celebración de tratados comerciales aseguraba a los súbditos británicos la libertad de comercio. En 1824 se firmó en Londres el famoso empréstito Baring Brothers, dando lugar a las compañías para explotar los yacimientos mineros del Río de la Plata y se firmaba el «Tratado de Amistad, Comercio y Navegación» entre el gobierno de Buenos Aires y el plenipotenciario británico, Woodbine Parish.
En una carta fechada en 1824 y dirigida al embajador francés en París, George Canning, el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido se encargó de aclarar el significado de la independencia de los estados americanos que Gran Bretaña había reconocido: «La cosa está hecha, el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa».

Rivadavia inauguró la deuda externa
La mayoría de los terratenientes porteños, que preferían la ley del menor esfuerzo y la ganancia fácil antes que el aporte para  el progreso, que hubiera implicado que destinaran parte de sus enormes ganancias a invertir en la industria nacional, se dedicaban a exportar la producción de cueros, sebo para velas y tasajo (grasa salada utilizada por Brasil y Estados Unidos para alimentar a los esclavos), lo que reportaba a esa región junto con el manejo de la renta del puerto y la aduana, grandes ganancias, importando todos los productos que necesitaban sin necesidad de preocuparse por su fabricación.
En las provincias se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a sus habitantes de estas regiones, pero el libre comercio significó la ruina de las economías regionales al ser arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad. 
La falta de patriotismo de los sectores más poderosos llevó a que nuestro país quedara condenado a producir materias primas y a comprar productos elaborados muchas veces con los productos de nuestra tierra. Claro que valía mucho más una bufanda inglesa que la lana argentina con la que estaba hecha. Esto condujo a una clara dependencia económica, donde tras aquel primer paso del 9 de julio de 1816, logramos la independencia en lo político; en lo económico, empezamos a ser cada vez más dependientes.
Aquel juramento de promover y defender la libertad y su independencia de toda dominación extranjera, prometiendo sostener ese juramento hasta con la vida, eran los que entendían la necesidad de acompañar la liberación nacional con un proceso de liberación social, económico, de independización total e integración de los pueblos americanos como había intentado en el Alto Perú, José Gabriel Condorcanqui, conocido como Tupac Amaru y gestado en nuestro país desde 1810 por San Martín, Artigas, Belgrano, Castelli, Monteagudo, Moreno entre otros. Lograda la independencia, la reacción conservadora consiguió trabar la autonomía social y el dominio económico no cambio de manos por la orientación política de Saavedra, Alvear, Deán Funes, Artigas, Pueyrredón y finalmente Rivadavia que inauguró la cadena de la deuda externa.

Volver al entreguismo
Hoy cuando la lucha por la liberación social y nacional fue retomada por distintos gobiernos latinoamericanos, al igual que en el Siglo XVIII la reacción liberal-conservadora, sigue pugnando por sostener la dependencia económica, asociados a los Estados Unidos con su guerra contra los gobiernos que no aceptan los dictados del consenso de Washington y conducen una política soberana. Una guerra con varios teatros de operaciones en los aspectos financieros, económicos, culturales, políticos pero que incluyen el uso de la violencia, pues allí están los golpes de Estado, fallidos o exitosos, contra distintos países y los procesos de desestabilización a través del terrorismo mediático y la guerra financiera contra Argentina que en estos días se profundiza a por intermedio de los denominados fondos «Buitres», con el firme objetivo de arrasar con el país para volver a postrarlo al hambre y la desesperación y de esa manera lograr el entreguismo de gobiernos anteriores.
La justicia a través de un fallo sobre la deuda contraída durante la dictadura militar, determinó que la misma groseramente fue incrementada mediante la instrumentación de una política que puso de rodillas al país a través de los diversos métodos para beneficiar y sostener empresas y negocios privados –nacionales y extranjeros– en desmedro de sociedades y empresas del Estado.
La deuda generada a través de los bonos emitidos durante el menemismo a través del Plan Brady y el megacanje del gobierno de De la Rúa, ambos piloteados por Domingo Cavallo, que nos llevó al default y la crisis de 2001, a través de las negociaciones llevadas adelante por el gobierno de Néstor Kirchner se logró una quita superior al 60 %, en un 76 % de los tenedores de esos bonos, que con la nueva reestructuración del gobierno de Cristina Fernandez se completó la adhesión del 93 % de los bonistas, quedando fuera el 7 %.
Cabe recordar que sobre el origen de los bonos reestructurados y los que están aún sin canjear, existe una causa judicial abierta, donde fueron procesados ocho funcionarios del equipo económico de Domingo Cavallo, acusados de negociaciones incompatibles con la función pública, permaneciendo procesado Cavallo, quien desde el 2007 se espera sea sometido a juicio oral, el resto fue sobreseído por prescripción del delito, algo de lo que los medios que dicen ser independientes, pero que en realidad son voceros del poder financiero internacional, poco y nada dicen.
Ese 7 % de los bonistas que compraron bonos devaluados como consecuencia de la quiebra a la que nos sometió el neoliberalismo procuran ser cobrados a precios exorbitantes, como pretenden Paul Elliot Singer y los hermanos Charles y David Koch, camaradas de armas en la lucha por la libertad absoluta de los mercados, contra la educación y la salud pública, los impuestos y la redistribución de la riqueza a la que adhieren fervorosamente los Macri, los De la Sota, los Aguad, los Massa entre otros, con el propósito de seguir la orientación política de Saavedra, Alvear, Deán Funes, Artigas, Pueyrredón y Rivadavia trabando la liberación social y nacional, para seguir conduciéndonos a una clara dependencia económica.
Sustentado en el andamiaje financiero del acuerdo Thatcher – Reagan, donde el capitalismo  pondera al dinero para que produzca dinero, esquivando la producción para dañar al mundo del trabajo con el desaliento de la inversión en la industria nacional, ante la resolución de la justicia de Estados Unidos contra la Argentina, los apóstoles argentinos alzan reproches respecto al manejo de la deuda argentina, legitimando la supremacía del capital financiero sobre el Estado, acompañando las actitudes pro activas de los sectores especulativos, en lugar de fortalecer los márgenes de soberanía económica que pretende sostener el gobierno argentino para que la toma de decisiones no vuelva a emigrar a Washington.
A 198 años de la declaración de la independencia para la liberación nacional, los mismos sectores liberales-conservadores que trabaron la liberación social y económica, hoy persiguen el mismo camino al pretender que el gobierno argentino se arrodille ante los fondos Buitres en «Una traición a las justas esperanzas del pueblo» como expresó Mariano Moreno, mientras celebran la dependencia de la independencia.
Fuentes: Juan Carlos Grosso, «Los intereses británicos y la independencia del Río de la Plata», Felipe Pigna, «El Historiador», El Redactor del Congreso Nacional, Nº 6, Emilio Ravignani, «Asambleas Constituyentes Argentinas», José María Rosa, «Historia Argentina»,  «La Independencia», Mariano Massaro, «El capitalismo financiero y la disputa por la soberanía económica», Fabiana Arencibia, «La historia sobre Patria». Mariano Saravia, "Plan Revolucionario de Operaciones"

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