martes, 9 de septiembre de 2014

Elección dela mini reina
¿Reinas o esclavas?

La fiesta provincial de la mini reina realizada en Colonia Dos Rosas y La Legua significa una clara violencia simbólica contra las niñas de fuerte corte patriarcal al ser cosificadados los cuerpos de las niñas. Un evento reivindicado por el gobierno de la provincia de Santa Fe al incluir el evento en las fiestas populares y declarar el mismo de interés provincial en lugar de proteger, prevenir, sancionar y erradicar la violencia.

Para elegir a la primera, segunda y tercera mini reina en la que concursan niñas en edad escolar ¿Qué consideran más adecuado? ¿Qué modelo de niña-mujer se está buscando y promoviendo? ¿A qué valores se les da prioridad? ¿A la apariencia externa, a la frivolidad, a la banalidad? Quien tiene mayores recursos económicos para mostrar mejor ropa y estética, ¿Cuenta con más probabilidades de ganar? ¿Qué se valora más, el ser o el tener?, son preguntas que surgen al ser expuestas y sometidas al escrutinio para determinar que unas pocas niñas ocupen una escala como mini reina, mientras el resto queda marginada.
El gobierno de la provincia de Santa Fe en su página oficial promociona el evento destacando la organización conjunta entre la Comuna de Dos Rosas y la Legua junto a las Escuelas Nº 553 y 6220 de dicha localidad. Cuatro organismos que tienen la responsabilidad de trabajar para cambiar los patrones socio cultural para evitar que la niñez y la adolescencia sean sometidas a distintos tipos de violencia, terminan promocionándola.
Es oportuno recordar que fue aprobada en nuestro país la Ley 26.485 ‘de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales’, así como a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer ‘Convención de Belem Do Pará’. La Ley 26.485 en su artículo 5, inciso 5, hace alusión expresa a la violencia simbólica, la que es conceptualizada como ‘la que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad’. El mismo artículo, en su inciso 2, se refiere a la violencia psicológica como aquella que ‘cause daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal […]’
Este tipo de convocatoria para que la niñas compitan las exponen a la violencia simbólica y psicológica, al tiempo que atenta contra el principio de igualdad entre géneros, donde el Estado comunal y provincial, al igual que las entidades educativas en lugar de transversalizar la perspectiva de género en sus gestiones, de manera de garantizar efectivamente la protección integral de las mujeres y las niñas, y el derecho a vivir una vida libre de violencias como lo estipula la legislación internacional con rango constitucional, promueven la competencia entre niñas colocándolas en un rol de subordinación e inferiorización, al ser tratadas como meros objetos de exhibición, ignorando la dignidad humana reproduciendo patrones socioculturales patriarcales.
La tinelización de la vida impuesta en los noventa transversalizó la mayoría de los aspectos de la sociedad, naturalizando el show que profundiza la imagen de la mujer objeto, haciendo que la familia acepte que las niñas sean mostradas en concursos donde son evaluadas por un jurado en belleza, personalidad y vestuario, sin llegar a visualizar que los certámenes de belleza infantiles constituyen una apología a la agresión física, psicológica y mental de nuestras niñas y adolescentes.
Señalan especialistas que la participación en este tipo de elecciones generan una autoestima basada en la belleza temporal y ficticia que nada tienen que ver con la realidad afectando su vida diaria ante el riesgo de recibir críticas y ser bulleadas por los demás en escuela.
«Algunas de las niñas que participan en esta clase de eventos tienden a reportar menos satisfacción con sus cuerpos como también problemas con el poder confiar en sus relaciones interpersonales», aseguran profesionales que se especializan en el tema y al mismo tiempo alegan una sexualización precoz de las niñas, asegurando que promueven una imagen sensualizada, al ser concebida a la mujer como un objeto, degradando otros aspectos, como por ejemplo su inteligencia. «Eso es lo que se les está diciendo a las niñas, que tienen que demostrar ser sexies para poder ganar».
Por otra parte señalan que la exposición de una forma tan temprana las hace mucho más vulnerables a cualquier tipo de abuso y más adelante a tener relaciones afectivas violentas, al ser sometidas a competir en base a los estereotipos de mujeres que muestran los medios.

El Estado de contramano
La niñez es un grupo poblacional que exige especial protección por parte del Estado, en la que deberían minimizar cualquier exposición que signifiquen un riesgo para su salud mental, por ello que este tipo de evento sea organizados por la comuna y los establecimientos educacionales con el acompañamiento del Estado provincial, las pone en una situación de indefensión al generar construcciones enmarcadas en la desigualdad, la discriminación y la violencia.
Este tipo de competencias es violencia simbólica que no deja marcas visibles pero sus huellas se multiplican en la cultura e impacta a toda la sociedad, y contribuye a reproducir las causales de la violencia machista hacia las mujeres y las niñas al fortalecer la presencia de una imagen cosificada y degradante de la mujer
Si bien cuando se habla de violencia de género suele enfocarse hacia los daños físicos, también en el ámbito cultural y subjetivo se ejerce la agresividad machista. Acuñada por el teórico francés Pierre Bordieu, la violencia simbólica se refiere a un grupo de significados impuestos como válidos y legítimos por la cultura patriarcal, que parten de la supremacía y dominación masculina y, por tanto, tiene estrecha relación con el poder y la autoridad. Se trata de un tipo de maltrato sostenido en las prácticas culturales de hombres y mujeres y puede presentarse en todos los espacios de la vida social.
Razón por la que el Estado en lugar de organizar y promocionar este tipo de eventos que legitiman el poder patriarcal que se vienen imponiendo en todos los modelos, desde un determinado ideal de belleza hasta el rol tradicional de ama de casa, deberían trabajar para revertir la representación de la mujer como objeto del deseo, su presencia en espacios domésticos y tradicionales para que dejen de ser parte de un imaginario con el que hemos aprendido a vivir y no cuestionamos, perpetuando estructuras sociales que reivindican el machismo.
Construir nuevos paradigmas culturales y comunicativos resulta imprescindible para contrarrestar la violencia simbólica que prima en la sociedad, una forma de maltrato particularmente nociva pero soslayada.

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