sábado, 14 de marzo de 2015

Por las inundaciones
Todos iguales por un día

Por Miguel Peiretti
El día de la inundación cuando la tormenta había pasado pero el agua permanecía en el interior de centenares de hogares, al llamar la atención que el agua no escurría con la rapidez que lo había hecho en episodios anteriores, un trabajador cuentapropista que vive en uno de los barrios de Morteros, decía a un empresario, un productor y a este periodista, «hoy estamos todos iguales, con el agua hasta el cuello», tratando de poner una cuota de humor ante la angustia y el dolor.

En cada rincón de la ciudad los vecinos con camionetas, herramientas y sus brazos se sumergieron solidariamente al trabajo de Defensa Civil para llenar bolsas de arena para tratar de frenar el ingreso de agua que repentinamente copó la ciudad, ingresando a las habitaciones donde se encontraban descansando, mientras la impotencia invadía a muchas familias que veían como en un solo instante todo el esfuerzo era llevado.
Una tasa de mate cocido caliente servían los voluntarios en el centro de evacuados que a medida que pasaban los minutos se iba haciendo más grande la rueda, hasta completar el centenar de llantos que trataban de ser contenidos por las caritativas almas.
En las primeras horas de la mañana del martes 3 de marzo descargó 160 mm en algo más de 60 minutos, el agua siguió cayendo más despacio por unas tres horas más para totalizar unos 190 mm, anegando prácticamente la totalidad de la zona urbana, produciendo un incesante torrente que fue ingresando a viviendas y locales comerciales, mientras autoridades y empleados municipales, bomberos, policía, empleados de la Cooperativa de Servicios Públicos, cada uno de los integrantes de Defensa Civil conducido por el intendente y el jefe de gabinete cumplían acabadamente el rol que les corresponde, haciendo denodados esfuerzos para superar el difícil momento acompañado por los vecinos que por un momento dejaron de lado las diferencias personales, el individualismo y las estigmatizaciones para mostrar el mejor de los valores solidarizándose con cuanta persona necesitara una mano, entregando las dos.
Llegó la noche y una gran parte del agua seguía estando ahí, no se había retirado como lo había hecho en otras lluvias de mayor milimetraje, el pronóstico vaticinaba una nueva tormenta, el temor se apoderaba en la mayoría, las miradas se elevaban al cielo rogando que no vuelva a llover, mientras el Secretario de Obras y Servicios Públicos de la municipalidad quien tiene la indiscutible responsabilidad de arbitrar todos los medios para evaluar las causas por la que el agua permanecía y realizar las obras de emergencias para acelerar el drenaje, dijo que desconocía las causas y que era una barbaridad en ese momento hablar del tema, planteando como solución sacar a la gente del agua y poner bolsas de arena en las viviendas, dejando las consideraciones y el escurrimiento del agua para otro momento. Lo salvo horas más tarde el cese del alerta meteorológico despejándose el cielo y el sol de la siguiente jornada.
El gran ausente fue el gobierno provincial, no llegaron a nuestra ciudad ministros o funcionarios como lo hicieron en todas las poblaciones que sufrieron semejante inundación a las pocas horas de llegar el agua. Pareciera que desde el gobierno aprovecharon la inundación para hacer sentir el peso de la interna partidaria entre Manuel Calvo responsable de la emergencia en el departamento San Justo y Germán Pratto, más allá que dijeron que telefónicamente prometieron ayuda que no llegó a las pocas horas como en todas las comunidades que como livianamente dijo el gobernador José Manuel De la Sota sufrieron un tsunami del cielo.
El agua poco a poco se fue, familias estigmatizadas por pobres, falta de educación y otras tantas cosas volvieron a su lugar de residencia para vivir con lo poco o nada que les quedó, mientras la foto vuelve a mostrar la desigualdad entre las clases sociales, donde la capacidad de la billetera será la que seguirá dando el curso normal de los acontecimientos hasta la próxima lluvia, como dijo el cuentapropista, estemos todos iguales, con el agua hasta el cuello.

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