“El periodismo es el mejor oficio
del mundo” decía el premio Nobel Gabriel García Márquez. No hay dudas que es el
mejor trabajo por tener el privilegio de ser testigo de lo que pasa y poder
contarlo, relatar, no como vanguardias iluminadas e imprescindibles. Sino junto
a la sociedad de la que somos parte.
Sin complacencias ni
complicidades transmitir el relato de la gente para suplantar hambre, narcotráfico,
muerte, desolación, analfabetismo, desempleo, violencia, corrupción, desinformación,
desencuentro, sensacionalismo construyendo conciencia de justicia, verdad, esperanza,
futuro, crecimiento, trabajo, identidad, diálogo, integración, alegría y
orgullo como parte de un presente palpable de una realidad comunitaria mejor,
frente a lo que aniquila la esperanza es la gran satisfacción que nos brinda
este oficio que con pasión elegimos, además de ser el gran desafío.
Sostener que el periodista debe solo
debe informar objetivamente es la ficción que imponen las minorías para que
nunca se conozcan sus verdaderas intenciones, es una falacia que trata de
imponer el sistema para des empoderar al pueblo, tratando de ponernos en un
supuesto lugar desideologizado cuando debe existir un compromiso político del
periodista para ser el oído y transmisor del ciudadano de a pie, de sus broncas,
investigar y denunciar situaciones de injusticia que destruyen los valores
humanos. Escarbando en las profundidades de la noticia, dando respuestas a la
sociedad, explicando el cómo y el por qué ocurren las cosas, llevándolas al
centro del debate para ayudar a transformar a través de la palabra para cambiar
la realidad, como lo hicieron Belgrano, Moreno, Monteagudo, Castelli, Mitre, Deán
Funes entre otros señalando una clara posición del lugar que estos periodistas
militantes, dueños de periódicos, en su momento dictaban su subjetiva doctrina para
no dejar que le roben las esperanza al pueblo de ser libre.
La celebración del día del
periodista, no es una fecha para que recibamos congratulaciones sobre este
oficio, que escogimos libre y voluntariamente con pasión por lo que hacemos,
sino para que reflexionemos, si en el ejercicio de nuestro trabajo lo hacemos
por el beneficio colectivo, consientes que se requiere de libertades que son
irrenunciables, porque como lo decía Tomás Eloy Martínez: “El único patrimonio
del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un texto insuficiente o
infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo”.
Publicar solo gacetillas de
prensa es ser un servidor a los intereses de proliferadores de la desolación que
tratan de impregnar con noticias propias para dibujar la realidad. Nuestra
misión no es quedar atrapados en la agenda de los demás, sino colaborar para
que la sociedad colectivamente fije su propia agenda, porque la verdadera
libertad no se aprende sino practicándola.
Como señala Carlos Del Frade “Cada relato que alguien te
hace, te presenta un mundo de rebeldía, bronca y miedo que se abre ante tu
conciencia para que se lo cuentes a los demás. Es un privilegio. Más que nunca
es fundamental escuchar bien para contar bien. Porque entre decir y callar la
diferencia es nada menos que el ciento por ciento”.
Escuchar bien a nuestro pueblo para contar bien lo que
sucede, como garabateaba Rodolfo Walsh, de eso se trata el ser periodista, dar
vos a quienes no tienen vos, formando parte del amplio universo de las
mayorías, por eso es el mejor trabajo del mundo.
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