miércoles, 30 de septiembre de 2015

Brinkmann, droga y muerte
La pérdida de la intensidad humana

Aquel pueblo donde las cuestiones humanas se vivían con intensidad en la que el espacio y el tiempo se empoderaban para el desarrollo con fuertes debates sobre comunismo o capitalismo entre la estrella y la cruz, generador de grandes obras por una sana vida de la niñez y la juventud a través de la educación, el deporte y la cultura, hoy transformado en ciudad con el empoderamiento del narcotráfico vive una patina de paz que se resquebrajó con la muerte en la comisaría del joven Miguel Cañete haciendo crujir el andamiaje que lo somete.

La calle de los chicos y las bicicletas que deseaban terminar la escuela secundaria porque tenían en el horizonte cercano la posibilidad concreta de crecimiento, fueron captadas por los mercaderes de la muerte que truncaron la vida a principios de año, de un joven de 18 años y a mediados de este año la de un adolescente de 16 años, repitiéndose el último fin de semana con la aparición sin vida en la comisaría de Brinkmann de un joven de 23 años. El enfrentamiento entre bandas por los espacios territoriales, hace pocos días terminó con un joven con dos impactos de bala que milagrosamente salvó su vida, identificando a la seguridad como una máscara lustrosa que es atravesada por la violencia que va quedando en las fronteras del silencio, al igual que el consumo en el baño de un colegio secundario y en un club de la localidad puesto de manifiesto por un padre a fines del año pasado.
El suelo del mapa, donde las imagenes de los buenos indicadores que señalan desde el discurso no alcanzan a «los otros» venidos en marginales, el narcotráfico los convierte en consumidores, agrandando el circuito financiero de dinero fresco y masivo haciendo crecer los espacios transformados en galerías de sombras.
Empleados por señores de guantes blancos que los hacen actuar como distribuidores a la vista de todos, con el conocimiento pleno de quienes tienen responsabilidades políticas, policiales y judiciales, generan bronca en la gente contra pibas y pibes que son el último eslabón del gran negocio, víctimas que encuentran como salida la muerte.
Fotografía de una ciudad que hace bastante tiempo dejó de estar cerca de la niñez, la adolescencia y la juventud que el último sábado estuvo cerca de desatar la furia contenida de barriadas hartas de convivir con las secuelas de la existencia de la droga. 
Crónicas que anuncian la necesidad de reconquistar aquella intensidad humana de empoderamiento para el desarrollo de una vida sana de la niñez y la juventud para que los vuelva encantar como hacedores de un presente y futuro transformador para la vida.

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